miércoles, 11 de abril de 2012

Rapsodias de madrugada

Un bemol sostenido en la Gibson Les Paul de Santana,
y los riffs acompasantes de Jason James.
Un punteo sin sentido que arde de los dedos de Hendrix,
y una nota rasgada hasta el cielo de Steven Tayler.
Música, lo llaman.

Los solos emotivos de Mark Knopfler,
los ritmos trpidantes de Rob Bourdon.
Las cadencias imposibles de Flea,
y la voz sesgada de Rod Stewart.
Arte, lo llaman.

Los coros sensuales de Ray Charles
y el timbre erótico de la garganta de Tina Turner.
El piano y el canto de sirena de Freddy Mercury,
y la magia proyectada con la voz de Michael Jackson.
Maestría, lo llaman.

Pero no es maestría, no es arte, no es música.

Yo lo llamo cielo, porque me lleva al paraíso.
Yo lo llamo droga, porque me tiene enganchado.
Yo lo llamo madre, porque es lo que me da vida.

Números en compases de ritmos sonantes,
armónicos de flujos estelares que me llevan lejos, sí.

Me transportan y me absorben a una dimensión aparte,
donde el cielo son notas de Vivaldi y el suelo,
esfuerzo de la perfección de un Beethoveen cualquiera.
Donde llueven desgarros de Chester,
atronan los tambores de The Rev,
donde las rimas poéticas estilísticas, aritméticas,
donde la fuerza de una buena base rinde tributo a Nach Scratch,
donde el valor busca a Eminem, y no al revés.

Donde la fuerza de los pianos de Mozart impone su dominio.

La gente lo llama música.

Y yo lo llamo música, lo llamo mi sueño,
un sueño despierto, que me hace sentir perfecto.